lunes, 31 de agosto de 2009

Chamanismo, Neochamanismo y Tecnochamanismo

El chamanismo es una palabra que hace referencia a una serie de prácticas realizadas por pueblos "primitivos", "originarios", "primigenios" o "de mentalidad mágica" o "religiosa". No hace referencia a prácticas concretas sino a un cierto tipo de creencias generales, más allá de que dos creencias chamánicas pueden estar en completo desacuerdo y aún así, ser ambas chamánicas.

El neochamanismo es una palabra un tanto más new age, con todo lo que eso significa, que hace referencia a un retorno a este tipo de creencias, desde la sociedad actual. No es que la persona esté inmersa en la mentalidad mágica sino que por el contrario, penetra en ella sin salir de la sociedad occidental, capitalista, técnica, cientificista, etcétera en la que vivimos.

Por último, tecnochamanismo hace referencia a una vuelta similar a la del neochamanismo, pero con la sútil diferencia que no se trata de simplemente penetrar en la mentalidad mágica desde la mentalidad técnica, sino más bien de hacerlas mutuamente comprensibles, o por decirlo de otro modo, de fusionar ambas mentalidades.

Así, un chamán realiza un ritual que comprende puesto que vive en un mundo mágico. El neochamán muchas veces es un incauto que repite un ritual tipificado sin conocer su significado íntimo o conocerlo de una forma meramente conceptual, como quien dice que conoce a otra persona -por citar un ejemplo- cuando ha visto una foto de ella.

El tecnochamanismo por el contrario pretender recuperar el conocimiento intuitivo, no conceptual ni lingüístico, que poseía el chamán y expresarlo con los conceptos técnicos de la ciencia moderna, o utilizarlos de guía para la ampliación de la ciencia moderna.

Esta postura implica que tras todo sistema de conocimiento hay una estructura real aprehendida, pero que dicha aprehensión sólo es intuitiva y jamás lingüística o conceptual. Los conceptos y las teorías son herramientas para interactuar con la realidad pero sin la intuición como guía no resultan de utilidad alguna.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El poder evocativo de los símbolos

Nuevamente tengo el desagrado de encontrar publicada una nota escrita por Alejandro Rozitchner, esta vez en el Cronista. Ahora resulta que "los símbolos estimulan la pobreza del pensamiento", como si se pudiera estimular la pobreza, o como si dicha cualidad fuera inherente al pensamiento. Si bien ambas opciones me parecen ridículas, la notano me mueve a risa puesto que no está presentada como un chascarrillo sino que nuevamente usurpa este nefasto personaje el título de "filósofo", presentándose en los medios masivos y ocultando a los verdaderos pensadores, críticos, reflexivos y comprometidos con ideales. Soy de la opinión, y no lo oculto, que el título de la nota de Rozitchner desliza no tan sutílmente su intención: "estimular" la pobreza del pensamiento. Sí, estimular, puesto que lamentablemente nuestro país carece de un sector intelectual, crítico y comprometido con el país. Un pensamiento que nace, vive y muere dentro de las paredes de las universidades no puede ni debe ser tildado de crítico.

Volviendo a la nota en cuestión, me gustaría señalar algunas cuestiones. En primer lugar, nótese el léxico utilizado por Rozitchner -más descalificante que descriptivo- cuando afirma que los símbolos son representaciones primitivas o limitadas. También afirma de ellos que son una formar de "congelar" la realidad y de idolatrar al "lugar común" como "trascendente". Por mi parte, no creo que dichas aserciones resistan el menor análisis, pero prosigamos con la exposición de su posición antes de considerarla.

Considera Rozitchner a la paloma de la paz como un símbolo de pureza e inocencia -y extrañamente no de paz- y lo considera apto para un pensamiento "cortito y simplón", con lo que me hace preguntarme, en primer lugar, por qué no ilustra con blancas palomas sus pensamientos, y segundo, si piensa que aspirar a la paz es para gente "corta" y "simplona". La paloma de la paz es el símbolo que nos recuerda que aunque jamás se haya posado la paz sobre la faz de la Tierra, jamás debemos perder las esperanzas ni dejar de esforzarnos por su consecución. El símbolo de la paz, la paloma blanca, no es la adoración de lo común como si fuera algo trascendente, sino más bien y al contrario, la adoración de lo trascendente como si fuera algo común. No hay otra forma de presentar la paz, idea trascendente, que mediante un símbolo visible que nos la haga presente, ya que no lo está, para que no nos olvidemos de ella y caigamos en el burdo conformismo que exige Rozitchner frente a la realidad bajo el rótulo de "básico desamor por la realidad".

Rozitchner por su parte, cree que la representación simbólica "embarra" y simplifica el pensamiento, cerrándolo a las posibilidades generativas del pensamiento. Nuevamente, esta idea sería rídicula si no se la presentara con tanta solemnidad en un medio masivo. La paloma de la paz, no embarra ni simplifica nada; un símbolo, algo perceptible por los sentidos pero que nos hace presente algo trascendente a ellos, no puede imposibilitar la génesis de nuevos pensamientos puesto que el símbolo es por naturaleza una cosa y no una idea. Nos representamos la paz como una paloma pero eso no quiere decir que nos la representemos por necesidad de tal o cual manera, solamente que tomamos una paloma blanca para presentarla. Y si queremos, cambiamos el símbolo; lo representado, la paz, jamás queda restringida por su símbolo pues éste sólo le da ocasión de hacerse presente al pensamiento y de ninguna manera limita el concepto que tenemos de ella. Representar a la paz como una paloma blanca no significa que la paz tenga plumas o sea un ave, como parece implicar Rozitchner.

La Argentina necesita -según él- un nuevo pensamiento, y en eso estamos de acuerdo. Éste nuevo pensamiento consiste en no caer en viejas repiticiones, de acuerdo. Pero en lo que difiero es que un nuevo pensamiento suponga despojarnos de símbolos. No son los símbolos lo que están mal; lo deficiente es ya no creer en los símbolos, no creer en lo trascendente, no creer en que hay algo más allá de lo mostrado por el símbolo. Pero sí lo hay. El símbolo de la paz no hace presente algo que no existe sino que nos recuerda nuestro deseo, nuestro anhelo por la paz, anhelo de cuya realidad es difícil dudar.

Lo que pretende Rozitchner, al fin y al cabo, no es desechar los símbolos sino más bien olvidarnos de aquello que ellos nos representan, aquello que no está tan presente como quisieramos. No es la crítica lo que mata la vitalidad del pensamiento, sino que por el contrario, la crítica es el despliegue del pensamiento, que no se conforma con lo presentado y propone su trascendencia y la realizacion de los ideales que él contiene pero que, lamentablemente, no encuentra reflejados en el mundo. Ideales como paz, igualdad, felicidad, amor y quien sabe cuántos más.

lunes, 3 de agosto de 2009

Quejarse no es lindo, pero sirve para algo

Me topé hoy en una nota de la Nación escrita por Rozitchner, la monstruosa afirmación de que quejarse es lindo pero no sirve para nada. Según él, es lindo sentir la descarga del insulto, el desprecio por el otro y sentir que uno puede señalar "el origen del mal". Todo esto, me suena un poco raro. Por mí parte, cuando me quejo, no se siente "lindo", sino que lo que siento es una molestia, pero lo hago para señalar y poner de manifiesto algo que no está de la manera óptima. Algo que puede ser cambiado para mejor.

¿Ud. que piensan? ¿Les resulta divertido y "lindo" quejarse? Sí, claro, está la catarsis, pero si fuera lindo la gente buscaría motivos para quejarse en vez de evadirlos. Pero claro, para Rozitchner y su pseudofilosofia acrítica (porque si es acrítica es pseudofilosófica por definición) la queja como ritual de catarsis de la frustración es culpa del individuo y no del sistema en el que se inscribe, sistema que lo margina de la construcción y reconstrucción del propio sistema en el que vive.

Éste sofisma no parece tener otra finalidad que la coronación de la ideología acrítica argentina para hacer más gobernable la situación por el PRO. Sin embargo, antes de que llegue el PRO, nos queda un buen tiempo de los K. Y sobre esto no calla Rozitchner sino que aprovecha y mata dos pájaros de un sólo tiro: los K son neuróticos, porque son opisitores al poder, pero opositores con poder.

Como se verá (y sin intención aquí calificar a los K.), Rozitchner simplifica constantemente las reglas de juego para hacer su estrategia más fácil; así, si dejamos de lado que crítica -no la queja, puesto que este es un término peyorativo- nos queda tan sólo una oposición ciega. La oposición política es una fuerza fundamental de la democracia, que sirve de lastre al gobierno oficial para representar otros intereses en la polifonía dialogante y constructiva que debería ser la democracia, y aun más, la democracia argentina puesto que en este pais hay multitud de etnias, razas, religiones y formas de ver el mundo.

La queja de Rozitchner frente a la crítica es mejor objeto de sus críticas que una verdadera crítica. Quien piensa que está bueno Honduras y que Buenos Aires va estar mejor, no piensa tal cosa porque sí, sino porque se topa con la figura de un capitalista rabioso de dinero, capaz de morder al indigente que se acerca a tomar un minúsculo huesito de su colección personal. Frente a tal figura, el individuo no puede hacer nada. La queja es lo único que le queda y Rozitchner se la quiere quitar.

No dejemos nunca que nos quiten este recurso, el último, pues simboliza la esperanza. Por más mal que esté la situación nos podemos quejar y en nuestra queja vislumbrar un mundo mejor, un gobierno efectivamente y no nomimalmente democrático, una sociedad de igualdad de personas, de libertades y oportuninades en contraposición a una sociedad donde la policía te encuentra sospechoso porque estás "mal vestido" y eso implica que no tenés un "trabajo decente" y consecuentemente que "en algo raro andarás".

No dejemos nunca que nos quiten este recurso, el de quejarnos, el de evidenciar lo malo y de transparentar lo bueno; porque allí donde hay decadencia, sea moral o institucional, hay una forma auténtica que ha sido viciada y que puede volver a la normalidad. Pero para eso es necesario evidenciarla.

No dejemos nunca que nos quiten el recurso de la queja, ni que lo menosprecien. Cada individuo es legítimo poseedor del derecho de expresarse y si desea quejarse, en su impotencia, de algo que no puede cambiar, que lo haga, que lo evidencia, que se corre la voz, que se denuncie a viva voz que algo está podrido en Argentina. Si nos callamos, nos tenemos que aguantar lo que sucede.

No dejemos nunca que nos quiten el recurso de quejarnos, puede que no sea lindo pero sirve para algo.

Participan en Ukhronía